Como se ha seรฑalado en anteriores Posts, en el Nuevo Testamento Jesucristo nos da la Ley evangรฉlica, que es la perfecciรณn de la Ley divina natural y revelada.
Como sabemos el Nuevo Testamento estรก compuesto por 27 libros conformados por:
โ
Los 04 Evangelios:
1.) Mateo (Mt)
2.) Marcos (Mc)
3.) Lucas (Lc)
4.) Juan (Jn)
โ Los Hechos de los Apรณstoles (Hch)
โ
Las Epรญstolas de san Pablo:
๐ Romanos (Rom)
๐ 1era. Corintios (1 Cor)
๐ 2da. Corintios (2 Cor) ๐ Gรกlatas (Gรกl)
๐ Efesios (Ef)
๐ Filipenses (Flp)
๐ Colosenses (Col)
๐ 1era. Tesalonicenses (1 Tes)
๐ 2da. Tesalonicenses (2 Tes)
๐ 1era. Timoteo (1 Tim)
๐ 2da. Timoteo (2 Tim)
๐ Tito (Tit)
๐ Filemรณn (Flm)
๐ Hebreos (Heb)
โ
Las Epรญstolas catรณlicas:
๐ Santiago (Sant)
๐ 1era. Pedro (1 Pe)
๐ 2da. Pedro (2 Pe)
๐ 1era. Juan (1 Jn)
๐ 2da. Juan (2 Jn)
๐ 3era. Juan (3 Jn)
๐ Judas (Jds)
โ El Apocalipsis (Ap)
A continuaciรณn la opiniรณn al respecto de las enseรฑanzas de nuestro Seรฑor Jesucristo y lo que representan para sus seguidores estos sagrados textos: “La Iglesia Catรณlica reconoce dos fuentes de doctrina revelada: la Biblia y la Tradiciรณn. Al presentar aquรญ en parte una de esas fuentes, hemos procurado, en efecto, que el comentario no sรณlo ponga cada pasaje en relaciรณn con la Biblia misma โmostrando que ella es un mundo de armonรญa sobrenatural entre sus mรกs diversas partesโ, sino tambiรฉn brinde al lector, junto a la cosecha de autorizados estudiosos modernos, el contenido de esa tradiciรณn en documentos pontificios, sentencias y opiniones tomadas de la Patrรญstica e ilustraciones de la Liturgia, que muestran la aplicaciรณn y trascendencia que en ella han tenido y tienen muchos textos de la Revelaciรณn.
El grande y casi dirรญa insospechado interรฉs que esto despierta en las almas, estรก explicado en las palabras con que el Cardenal Arzobispo de Viena prologa una ediciรณn de los Salmos semejante a รฉsta en sus propรณsitos, seรฑalando “en los cรญrculos del laicado, y aun entre los jรณvenes, un deseo de conocer la fe en su fuente y de vivir de la fuerza de esta fuente por el contacto directo con ella”. Por eso, aรฑade, “se ha creado un interรฉs vital por la Sagrada Escritura, ante todo por el Nuevo Testamento, pero tambiรฉn por el Antiguo, y el movimiento bรญblico catรณlico se ha hecho como un rรญo incontenible”.
Es que, como ha dicho Pรญo XII, Dios no es una verdad que haya de encerrarse en el templo, sino la verdad que debe iluminarnos y servirnos de guรญa en todas las circunstancias de la vida. No ciertamente para ponerlo al servicio de lo material y terreno, como si Cristo fuese un pensador a la manera de los otros, venido para ocuparse de cosas temporales o dar normas de prosperidad mundana, sino, precisamente al revรฉs, para no perder de vista lo sobrenatural en medio de “este siglo malo” (Gรกl., 1, 4); lo cual no le impide por cierto al Padre dar por aรฑadidura cuantas prosperidades nos convengan, sea en el orden individual o en el colectivo, a los que antes que eso busquen vida eterna.
(…)La meditaciรณn, sin palabras de Dios que le den sustancia sobrenatural, se convierte en simple reflexiรณn โautocrรญtica en que el juez es tan falible como el reoโ cuando no termina por derivarse al terreno de la imaginaciรณn, cayendo en pura cavilaciรณn o devaneo. Marรญa guardaba las Palabras repasรกndolas en su corazรณn (Lc., 2, 19 y 51): he aquรญ la mejor definiciรณn de lo que es meditar. Y entonces, lejos de ser una divagaciรณn propia, es un estudio, una nociรณn, una contemplaciรณn que nos une a Dios por su Palabra, que es el Verbo, que es Jesรบs mismo, la Sabidurรญa con la cual nos vienen todos los bienes (Sab., 7, 11).
Quien esto hace, pasa con la Biblia las horas mรกs felices e intensas de su vida. Entonces entiende cรณmo puede hablarse de meditar dรญa y noche (Salmo, 1, 2) y de orar siempre (Lc., 18, 1), sin cesar (1 Tes., 5, 17); porque en cuanto รฉl permanece en la Palabra, las palabras de Dios comienzan a permanecer en รฉl โque es lo que Jesรบs quiere para darnos cuanto le pidamos (Juan, 15, 7) y para que conquistemos la libertad del espรญritu (Juan, 8, 31)โ y no permanecer de cualquier modo, sino con opulencia, segรบn la bella expresiรณn de San Pablo (Col. , 3, 16). Asรญ van esas palabras vivientes (I Pedro, 1, 23, texto griego) formando el substrato de nuestra personalidad, de modo tal que, a fuerza de admirarlas cada dรญa mรกs, concluimos por no saber pensar sin ellas y encontramos harto pobres las verdades relativas โsi es que no son mentiras humanas que se disfrazan de verdad y virtud, como los sepulcros blanqueados (Mt., 23, 27)-. Entonces, asรญ como hay una aristocracia del pensamiento y del arte en el hombre de formaciรณn clรกsica, habituado a lo superior en lo intelectual o estรฉtico, asรญ tambiรฉn en lo espiritual se forma el gusto de lo autรฉnticamente sobrenatural y divino, como lo muestra Santa Teresa de Lisieux al confesar que cuando descubriรณ el Evangelio, los demรกs libros ya no le decรญan nada. ยฟNo es รฉste, acaso, uno de los privilegios que promete Jesรบs en el texto antes citado, diciendo que la verdad nos harรก libres? Se ha recordado recientemente la frase del Cardenal Mercier, antes lector insaciable: “No soporto otra lectura que los Evangelios y las Epรญstolas”.
Y aquรญ, para entrar de lleno a comprender la importancia de conocer el Nuevo Testamento, tenemos que empezar por hacernos a nosotros mismos una confesiรณn muy รญntima: a todos nos parece raro Jesรบs. Nunca hemos llegado a confesarnos esto, porque, por un cierto temor instintivo, no nos hemos atrevido siquiera a plantearnos semejante cuestiรณn. Pero รl mismo nos anima a hacerlo cuando dice: “Dichoso el que no se escandalizare de Mรญ” (Mt., 11, 6; Lc., 7, 23), con lo cual se anticipa a declarar que, habiendo sido รl anunciado como piedra de escรกndalo (Is., 8, 14 y 28, 16; Rom. 9, 33; Mt., 21, 42-44), lo natural en nosotros, hombres caรญdos, es escandalizarnos de รl como lo hicieron sus discรญpulos todos, segรบn รl lo habรญa anunciado (Mt., 26, 31 y 56). Entrados, pues, en este cรณmodo terreno de รญntima desnudez โpodrรญamos decir de psicoanรกlisis sobrenaturalโ en la presencia “del Padre que ve en lo secreto” (Mt. 6, 6), podemos aclararnos a nosotros mismos ese punto tan importante para nuestro interรฉs, con la alegrรญa nueva de saber que Jesรบs no se sorprende ni se incomoda de que lo encontremos raro, pues รl sabe bien lo que hay dentro de cada hombre (Juan, 2, 24-25). Lo sorprendente serรญa que no lo hallรกsemos raro, y podemos afirmar que nadie se libra de comenzar por esa impresiรณn, pues, como antes decรญamos, San Pablo nos revela que ningรบn hombre simplemente natural (“psรญquico”, dice รฉl) percibe las cosas que son del Espรญritu de Dios (I Cor., 2, 14). Para esto es necesario “nacer de nuevo”, es decir, “renacer de lo alto”, y tal es la obra que hace en nosotros โno en los mรกs sabios sino al contrario en los mรกs pequeรฑos (Lc., 10, 21)โ el Espรญritu, mediante el cual podemos “escrutar hasta las profundidades de Dios” (I Cor., 2, 10).
Jesรบs nos parece raro y paradรณjico en muchรญsimos pasajes del Evangelio, empezando por el que acabamos de citar sobre la comprensiรณn que tienen los pequeรฑos mรกs que los sabios. รl dice tambiรฉn que la parte de Marta, que se movรญa mucho, vale menos que la de Marรญa que estaba sentada escuchรกndolo; que ama menos aquel a quien menos hay que perdonarle (Lc., 7, 47); que (quizรก por esto) al obrero de la รบltima hora se le pagรณ antes que al de la primera (Mt., 20, 8); y, en fin, para no ser prolijo, recordemos que รl proclama de un modo general que lo que es altamente estimado entre los hombres es despreciable a los ojos de Dios (Lc., 16, 15).
Esta impresiรณn nuestra sobre Jesรบs es harto explicable. No porque รl sea raro en sรญ, sino porque lo somos nosotros a causa de nuestra naturaleza degenerada por la caรญda original. รl pertenece a una normalidad, a una realidad absoluta, que es la รบnica normal, pero que a nosotros nos parece todo lo contrario porque, como vimos en el recordado texto de San Pablo, no podemos comprenderlo naturalmente. “Yo soy de arriba y vosotros sois de abajo”, dice el mismo Jesรบs (Juan, 8, 23), y nos pasa lo que a los nictรกlopes que, como el murciรฉlago, ven en la oscuridad y se ciegan en la luz.
Hecha asรญ esta palmaria confesiรณn, todo se aclara y facilita. Porque entonces reconocemos sin esfuerzo que el conocimiento que tenรญamos de Jesรบs no era vivido, propio, รญntimo, sino de oรญdas y a travรฉs de libros o definiciones mรกs o menos generales y sintรฉticas, mรกs o menos ersatz; no era ese conocimiento personal que sรณlo resulta de una relaciรณn directa. Y es evidente que nadie se enamora ni logra una amistad o afecto a otro por lo que le digan de รฉl, sino cuando lo ha tratado personalmente, es decir, cuando lo ha oรญdo hablar. El mismo Evangelio se encarga de hacernos notar esto en forma llamativa en el episodio de la Samaritana. Cuando la mujer, iluminada por Jesรบs, fue a contar que habรญa hallado a un hombre extraordinario, los de aquel pueblo acudieron a escuchar a Jesรบs y le rogaron que se quedase con ellos. Y una vez que hubieron oรญdo sus palabras durante dos dรญas, ellos dijeron a la mujer: “Ya no creemos a causa de tus palabras: nosotros mismos lo hemos oรญdo y sabemos que รl es verdaderamente el Salvador del mundo” (Juan, 4, 42).
Podrรญa expresarse con mayor elocuencia que lo hace aquรญ el mismo Libro divino, lo que significa escuchar las Palabras de Jesรบs para darnos el conocimiento directo de su adorable Persona y descubrirnos ese sello de verdad inconfundible (Juan, 3, 19; 17, 17) que arrebata a todo el que lo escucha sin hipocresรญa, como รl mismo lo dice en Juan, 7, 17?
El que asรญ empiece a estudiar a Jesรบs en el Evangelio, dejarรก cada vez mรกs de encontrarlo raro. Entonces experimentarรก, no sin sorpresa grande y creciente, lo que es creer en รl con fe viva, como aquellos samaritanos. Entonces querrรก conocerlo mรกs y mejor y buscarรก los demรกs Libros del Nuevo Testamento y los Salmos y los Profetas y la Biblia entera, para ver cรณmo en toda ella el Espรญritu Santo nos lleva y nos hace admirar a Jesucristo como Maestro y Salvador, enviado del Padre y Centro de las divinas Escrituras, en Quien habrรกn de unirse todos los misterios revelados (Juan 12, 32) y todo lo creado en el cielo y en la tierra (Ef., 1, 10). Es, como vemos, cuestiรณn de hacer un descubrimiento propio. Un fenรณmeno de experiencia y de admiraciรณn. Todos cuantos han hecho ese descubrimiento, como dice Dom Galliard, declaran que tal fue el mรกs dichoso y grande de sus pasos en la vida. Dichosos tambiรฉn los que podamos, como la Samaritana, contribuir por el favor de Dios a que nuestros hermanos reciban tan incomparable bien.
El amor lee entre lรญneas. Imaginemos que un extraรฑo vio en una carta ajena este pรกrrafo: “Cuida tu salud, porque si no, voy a castigarte”. El extraรฑo puso los ojos en la idea de este castigo y hallรณ dura la carta. Mas vino luego el destinatario de ella, que era el hijo a quien su padre le escribรญa, y al leer esa amenaza de castigarle si no se cuidaba, se puso a llorar de ternura viendo que el alma de aquella carta no era la amenaza sino el amor siempre despierto que le tenรญa su padre, pues si le hubiera sido indiferente no tendrรญa ese deseo apasionado de que estuviera bien de salud.
Nuestras notas y comentarios, despuรฉs de dar la exรฉgesis necesaria para la inteligencia de los pasajes en el cuadro general de la Escritura โcomo hizo Felipe con el ministro de la reina pagana (Hech., 8, 30 s. y nota)โ se proponen ayudar a que descubramos (usando la visiรณn de aquel hijo que se sabe amado y no la desconfianza del extraรฑo) los esplendores del espรญritu que a veces estรกn como tesoros escondidos en la letra. San Pablo, el mรกs completo ejemplar en esa tarea apostรณlica, decรญa, confiando en el fruto, estas palabras que todo apรณstol ha de hacer suyas: “Tal confianza para con Dios la tenemos en Cristo; no porque seamos capaces por nosotros mismos… sino que nuestra capacidad viene de Dios…, pues la letra mata, mas el espรญritu da vida” (II Cor., 3, 4-6).
La bondad del divino Padre nos ha mostrado por experiencia a muchas almas que asรญ se han acercado a รl mediante la miel escondida en su Palabra y que, adquiriendo la inteligencia de la Biblia, han gustado el sabor de la Sabidurรญa que es Jesรบs (Sab., 7, 26; Prov., 8, 22; Ecli., 1, 1), y hallan cada dรญa tesoros de paz, de felicidad y de consuelo en este monumento โel รบnico eterno (Salmo 118, 89)โ de un amor compasivo e infinito (cf. Salmo 102, 13; Ef., 2, 4 y notas).
Para ello sรณlo se pide atenciรณn, pues claro estรก que el que no lee no puede saber. Como cebo para esta curiosidad perseverante, se nos brindan aquรญ todos los misterios del tiempo y de la eternidad. ยฟHay algรบn libro mรกgico que pretenda lo mismo?
Sรณlo quedarรกn excluidos de este banquete los que fuesen tan sabios que no necesitasen aprender; tan buenos, que no necesitasen mejorarse; tan fuertes, que no necesitasen protecciรณn. Por eso los fariseos se apartaron de Cristo, que buscaba a los pecadores. ยฟCรณmo iban ellos a contarse entre las “ovejas perdidas”? Por eso el Padre resolviรณ descubrir a los insignificantes esos misterios que los importantes โasรญ se creรญan ellosโ no quisieron aprender (Mt. 11, 25). Y asรญ llenรณ de bienes a los hambrientos de luz y dejรณ vacรญos a aquellos “ricos” (Lc. 1, 53). Por eso se llamรณ a los lisiados al banquete que los normales habรญan desairado (Lc., 14, 15-24). Y la Sabidurรญa, desde lo alto de su torre, mandรณ su pregรณn diciendo: “El que sea pequeรฑo que venga a Mรญ”. Y a los que no tienen juicio les dijo: “Venid a comer de mi pan y a beber el vino que os tengo preparado” (Prov., 9, 3-5).
Dios es asรญ; ama con predilecciรณn fortรญsima a los que son pequeรฑos, humildes, vรญctimas de la injusticia, como fue Jesรบs: y entonces se explica que a รฉstos, que perdonan sin vengarse y aman a los enemigos, รl les perdone todo y los haga privilegiados. Dios es asรญ; inรบtil tratar de que รl se ajuste a los conceptos y normas que nos hemos formado, aunque nos parezcan lรณgicos, porque en el orden sobrenatural รl no admite que nadie sepa nada si no lo ha enseรฑado รl (Juan, 6, 45; Hebr., 1, 1 s.). Dios es asรญ; y por eso el mensaje que รl nos manda por su Hijo Jesucristo en el Evangelio nos parece paradรณjico. Pero รl es asรญ; y hay que tomarlo como es, o buscarse otro Dios, pero no creer que รl va a modificarse segรบn nuestro modo de juzgar. De ahรญ que, como le decรญa San Agustรญn a San Jerรณnimo, la actitud de un hombre recto estรก en creerle a Dios por su sola Palabra, y no creer a hombre alguno sin averiguarlo. Porque los hombres, como dice Hello, hablan siempre por interรฉs o teniendo presente alguna conveniencia o prudencia humana que los hace medir el efecto que sus palabras han de producir; en tanto que Dios, habla para enseรฑar la verdad desnuda, purรญsima, santa, sin desviarse un รกpice por consideraciรณn alguna. Recuรฉrdese que asรญ hablaba Jesรบs, y por eso lo condenaron, segรบn lo dijo รl mismo. (Vรฉase Juan 8, 37, 38, 40, 43, 45, 46 y 47; Mt., 7, 29, etc.). “Me atreverรญa a apostar โdice un mรญsticoโ que cuando Dios nos muestre sin velo todos los misterios de las divinas Escrituras, descubriremos que si habรญa palabras que no habรญamos entendido era simplemente porque no fuimos capaces de creer sin dudar en el amor sin lรญmites que Dios nos tiene y de sacar las consecuencias que de ellos se deducรญan, como lo habrรญa hecho un niรฑo”.
Vengamos, pues, a buscarlo en este mรกgico “receptor” divino donde, para escuchar su voz, no tenemos mรกs que abrir como llave del dial la tapa del Libro eterno. Y digรกmosle luego, como le decรญa un alma creyente: “ยกMaravilloso campeรณn de los pobres afligidos y mรกs maravilloso campeรณn de los pobres en el espรญritu, de los que no tenemos virtudes, de los que sabemos la corrupciรณn de nuestra naturaleza y vivimos sintiendo nuestra incapacidad, temblando ante la idea de tener que entrar, como agrada a los fariseos que Tรบ nos denunciaste, en el “viscoso terreno de los mรฉritos propios”! Tรบ, que viniste para pecadores y no para justos, para enfermos y no para sanos, no tienes asco de mi debilidad, de mi impotencia, de mi incapacidad para hacerte promesas que luego no sabrรญa cumplir, y te contentas con que yo te dรฉ en esa forma el corazรณn, reconociendo que soy la nada y Tรบ eres el todo, creyendo y confiando en tu amor y en tu bondad hacia mรญ, y entregรกndome a escucharte y a seguirte en el camino de las alabanzas al Padre y del sincero amor a mis hermanos, perdonรกndolos y sirviรฉndolos como Tรบ me perdonas y me sirves a mรญ, ยกoh, Amor santรญsimo!”.
Otra de las cosas que llaman la atenciรณn al que no estรก familiarizado con el Nuevo Testamento es la notable frecuencia con que, tanto los Evangelios como las Epรญstolas y el Apocalipsis, hablan de la Parusรญa o segunda venida del Seรฑor, ese acontecimiento final y definitivo, que puede llegar en cualquier momento, y que “vendrรก como un ladrรณn”, mรกs de improviso que la propia muerte (1 Tes., 5), presentรกndolo como una fuerza extraordinaria para mantenernos con la mirada vuelta hacia lo sobrenatural, tanto por el saludable temor con que hemos de vigilar nuestra conducta en todo instante, ante la eventual sorpresa de ver llegar al supremo Juez (Marc., 13, 33 ss.; Lc., 12, 35 ss.), cuanto por la amorosa esperanza de ver a Aquel que nos amรณ y se entregรณ por nosotros (Gรกl., 2, 20); que traerรก con รl su galardรณn (Apoc. , 22, 12); que nos transformarรก a semejanza de รl mismo (Filip., 3, 20 s.) Y nos llamarรก a su encuentro en los aires (1 Tes., 4, 16 s.) y cuya glorificaciรณn quedarรก consumada a la vista de todos los hombres (Mt., 26, 64; Apoc. 1, 7), junto con la nuestra (Col., 3, 4). ยฟPor quรฉ tanta insistencia en ese tema que hoy casi hemos olvidado? Es que San Juan nos dice que el que vive en esa esperanza se santifica como รl (1 Juan, 3, 3), y nos enseรฑa que la plenitud del amor consiste en la confianza con que esperamos ese dรญa (1 Juan, 4, 17). De ahรญ que los comentadores atribuyan especialmente la santidad de la primitiva Iglesia a esa presentaciรณn del futuro que “mantenรญa la cristiandad anhelante, y lo maravilloso es que muchas generaciones cristianas despuรฉs de la del 95 (la del Apocalipsis) han vivido, merced a la vieja profecรญa, las mismas esperanzas y la misma seguridad: el reino estรก siempre en el horizonte” (Pirot).
No queremos terminar sin dejar aquรญ un recuerdo agradecido al que fue nuestro primero y querido mentor, instrumento de los favores del divino Padre: Monseรฑor doctor Paul W. von Keppler, Obispo de Rotenburgo, pรญo exegeta y sabio profesor de Tubinga y Friburgo, que nos guiรณ en el estudio de las Sagradas Escrituras. De รฉl recibimos, durante muchos aรฑos, el estรญmulo de nuestra temprana vocaciรณn bรญblica con el creciente amor a la divina Palabra y la orientaciรณn a buscar en ella, por encima de todo, el tesoro escondido de la sabidurรญa sobrenatural. A รฉl pertenecen estas palabras, ya cรฉlebres, que hacemos nuestras de todo corazรณn y que caben aquรญ, mรกs que en ninguna otra parte, como la mejor introducciรณn o “aperitivo” a la lectura del Nuevo Testamento que รฉl enseรฑรณ fervorosamente, tanto en la cรกtedra, desde la edad de 31 aรฑos, como en toda su vida, en la predicaciรณn, en la conversaciรณn รญntima, en los libros, en la literatura y en las artes, entre las cuales รฉl ponรญa una como previa a todas: “el arte de la alegrรญa”. “Podrรญa escribirse, dice, una teologรญa de la alegrรญa. No faltarรญa ciertamente material, pero el capรญtulo mรกs fundamental y mรกs interesante serรญa el bรญblico. Basta tomar un libro de concordancia o รญndice de la Biblia para ver la importancia que en ella tiene la alegrรญa: los nombres bรญblicos que significan alegrรญa se repiten miles y miles de veces. Y ello es muy de considerar en un libro que nunca emplea palabras vanas e innecesarias. Y asรญ la Sagrada Escritura se nos convierte en un paraรญso de delicias (Gรฉn., 3, 23) en el que podremos encontrar la alegrรญa cuando la hayamos buscado inรบtilmente en el mundo o cuando la hayamos perdido”. (Fuente: #ACIPrensa) #NuevoTestamento #EnseรฑanzasDeNuestroSeรฑorJesucristo #RegaloDeDios #LeyReveladaEnCristoPerfeccionada #LeyEvangรฉlica #BienComรบn #Crecimiento #Superaciรณn #Trascendencia #Evoluciรณn #Evangelizaciรณn2.0 #ResponsabilidadSocial #VienenMejoresTiempos #NuevosTerrenos #DiosEsBueno ๐๐๐โช๐ฅ๐๐๐ฅ๐๐ผ๐๐ผ๐๐ผ๐๐๐๐ชโ๐๐๐ผ